jueves, 24 de enero de 2013

Las rosas son rojas,el dólar es "blue"

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“No hay ninguna lengua completa, ninguna que pueda expresar todas nuestras ideas y todas nuestras sensaciones; sus matices son demasiado imperceptibles y demasiado numerosos (…). Nos vemos obligados, por ejemplo, a designar bajo el nombre general de amor y de odio mil amores y mil dolores diferentes unos de otros”. Con estas palabras define François Marie Arouet, más conocido como Voltaire, la lengua.
Los argentinos hemos tenido esta sensación de lengua incompleta a la hora de hablar del dólar. La misma palabra debe hacer referencia a aquella divisa que se comercializa de manera legal y a aquella otra que circula por los canales de la ilegalidad.
Así las cosas, y para que quede un poco más claro lo que no es claro a los ojos de la ley, los economistas completaron la definición de la moneda paralela con la palabra blue , un término en inglés que alude a algo desolador, a un panorama oscuro. También se dice que este nombre hace honor a la fibra que pinta con azul el dinero falso. Por otra parte, se lo relaciona con la expresión “blue chip”, que se refiere a una operación bursátil mediante la cual una persona o empresa transfiere fondos desde y hacia el extranjero a través de bonos en el Mercado de Valores.
A menudo, las voces extranjeras de gran difusión, por caso el inglés (le apuesto que si levanta la mirada encuentra una palabra en este idioma en algún rincón de su casa), influyen sobre el significado de otra lengua. Esto es un préstamo semántico, que en muchos casos suma imprecisión. La vaguedad de las palabras “es un obstáculo en algunas situaciones, y una ventaja en otras”, asegura Stephen Ullmann, profesor de Filología Románica. Adivine cuál de las opciones le cabe al dólar blue .
Asimismo, podríamos afirmar que estamos frente a un eufemismo (manifestación decorosa de ideas cuya franca expresión sería dura) que encubre aquello que aparece como prohibido, peligroso, descortés o malsonante. ¿Qué pasaría si al refinado dólar blue lo llamáramos el dólar ilegal o el dólar que se comercializa en el mercado negro? ¿Cómo sonaría, en este caso, que la presidenta del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Mercedes Marcó del Pont, dijera: el dólar que los argentinos compramos en el mercado negro “ha quedado asociado a la demanda por turismo, con un gran impacto estacional y se preveía un repunte en esta época del año”? ¿Una moneda ilegal entra en las previsiones económicas de un país? Ah, no, es el dólar blue .
Es una buena idea apropiarnos de nuevos matices en el idioma, incrementar la polisemia, aceptar todo lo que conlleve riquezas. Asimismo, es justo recordar que la lengua crea y recrea realidades. Su poder es hacer aquellas operaciones que muchas veces no pueden hacerse desde la realidad misma.

El uso de la coma

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La coma indica una pausa breve y separa ideas que tienen entre sí una relación de analogía. No siempre su presencia responde a la necesidad de realizar una pausa en la lectura, y existen en la lectura pausas breves que no deben marcarse gráficamente con comas. A veces el uso de este signo está ligado al gusto de quien escribe, sin embargo, existen normas que marcan la presencia obligatoria de la coma para ayudar a la claridad del texto.
Las aposiciones explicativas van entre comas. Ejemplo: Sofía, la más joven de las hermanas, decidió cambiar las reglas.
También van entre comas los adjetivos explicativos pospuestos al sustantivo o las oraciones adjetivas explicativas. Ejemplo: Los alumnos, desprevenidos, reprobaron el examen (se explica que los alumnos no estaban advertidos sobre el examen, por eso reprobaron el examen). Por el contrario, si el adjetivo o la oración adjetiva tienen una función especificativa, se escriben sin comas. Ejemplo: Los alumnos desprevenidos reprobaron el examen (se especifica que del total de los alumnos, sólo los desprevenidos reprobaron el examen).
La coma se emplea para separar elementos de una enumeración. Ejemplo: En su bolso colocó libros, cuadernos y su billetera. Cuando la enumeración es exhaustiva y se coloca una conjunción (y, e, o, u, ni) antes del último término, no se coloca coma; excepto que el último elemento sea distinto a los otros. Ejemplo: En su bolso colocó libros, cuadernos, su billetera, y partió.
El vocativo se coloca entre comas. Ejemplos: Víctor, estás triste hoy. Sí, mujer.
Las interjecciones se colocan entre comas. Ejemplo: Ah, el plomero vendrá hoy a la tarde.
Cuando se omite el verbo, se coloca coma. Ejemplo: Los que tengan su entrada en la mano, por esa puerta.
Se escribe coma delante de cada una de las oraciones o elementos encabezados por los adverbios bien..., bien; ora..., ora; ya..., ya; o bien..., o bien. Ejemplo: Organizaremos su cumpleaños, bien en el club, bien el salón.
Es aconsejable colocar coma antes de pero, incluso, excepto, salvo, aunque, mas, sino, conque, así que, como (cuando introduce un ejemplo), ya que, puesto que, dado que. Ejemplo: Pienso que es bueno asistir, pero no quiero ir.
Se pone coma entre el nombre de la obra y su autor. Ejemplo: El canto de los cronopios, de Julio Cortázar.
Antes del verbo que aclara las citas textuales, se coloca coma. Ejemplo: “El show fue un éxito”, expresó el músico.
Usos incorrectos de la coma
No se coloca coma entre el sujeto y el verbo.
No se escribe coma entre el verbo y cualquier otro elemento de la oración inmediato a él (objeto directo, objeto indirecto, predicativo obligatorio).
Después de “pero” no debe escribirse coma cuando precede una oración interrogativa o exclamativa. Ejemplo: Pero ¡me lo prometiste!

Sino, si no

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Sino se escribe junto cuando significa destino (Su sino era resistir) o cuando es una conjunción adversativa.
En este último caso, contrapone un concepto afirmativo a otro negativo anterior (No lo hizo Juan, sino Pedro). También puede denotar idea de excepción (Nadie lo sabe sino Antonio).
La expresión si no se escribe separada cuando es una conjunción condicional (si) más un adverbio de negación (no). Ej.: Si no vienes, iré yo.
Una forma práctica para saber si los dos vocablos van juntos o separados es intercalar entre ellos alguna palabra. Ej.: Si (tú) no vienes, iré yo. Si (eso) no sucede, pensaré en volver.

“Hace falta que las personas se expresen mejor en público”

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Utilizamos las palabras de la lengua española a veces con acierto y muchas otras sin saber bien qué se quiere decir. En estos momentos de crisis aparecen términos que tienen un significado distinto al que se le está dando según la Real Academia de la Lengua, pero el uso frecuente de éstas puede llevar a que se den por bien empleadas. ¿Se puede utilizarokupa para el que es desahuciado de su vivienda? El vicedirector de la Real Academia Española, José Antonio Pascual, afirma que “actualmente no, pero eso no significa que si el vocablo comienza a utilizarse masivamente por los ciudadanos y se refieren con ese término a aquellos que se quedan sin vivienda por no pagar a los bancos eso puede llevar a que finalmente pueda ser aceptada como tal”. ¿Y cómo debemos referirnos a aquellos que se quedan en la indigencia a causa de la crisis? “Empobrecidos; desesperados; depauperados; miserables, en sentido positivo. En el siglo XIX se empleaba para dirigirse a este tipo de personas el vocablo pelagatos”.
El autor de No es lo mismo ostentoso que ostentóreo (Espasa) se dedica a investigar la S en el Siglo de Oro y escribir este libro ha sido para él como “si viviese un proceso de seducción. Un cambio brutal respecto al tema tan árido respecto a lo que me dedico habitualmente que este libro ha sido un divertimento y espero que los lectores disfruten tanto como yo escribiéndolo”. ¿Hablamos bien los españoles? “No ha habido época de la historia de España en la que haya más medios para conocer mejor el lenguaje. En general se habla bien, pero hay más desinterés. Aunque tengo que reconocer que en Latinoamérica o en Castilla se utilizan mejor las palabras. Echo en falta que las personas se expresen mejor en público y eso se debe a que en la enseñanza se realizan pocos ejercicios orales. En los medios de comunicación hablados hay escasez de modulación y en televisión se promueve la barbarie; hablar a gritos o quitarse la palabra. Y eso es un verdadero desastre y un mal ejemplo para el espectador. Yo mismo he cometido errores en mis textos y tengo 10 folios en los que he anotado los fallos cometidos. Ni los filólogos somos perfectos”, admite con cierta sorna.

¿Cuál es su palabra preferida? “Añorar. Es un precioso vocablo con cierto aire arcaico y quizá se deba a esa propensión mía a los términos anticuados. Y detesto Implementar. No tengo argumentos sólidos para explicar a que se debe, pero me horroriza”. El autor de No es lo mismo ostentoso que ostentóreo'ha escrito un libro para que “el lector se acerque a él sin miedo y descubra la azarosa vida de las palabras. He tratado que pase un momento agradable y que se divierta”. El vicedirector de la Real Academia de la Lengua reconoce que cuando comenzó “tenía una falta absoluta de vocación y que se metió en el mundo de la Filología por casualidad. Tuve la suerte de tener excelentes profesores que me dieron los mecanismos para que me entusiasmase mi trabajo. Yo me considero un artesano de las palabras y para mí son el paraíso perdido, mi refugio”.Las nuevas generaciones a través de los medios tecnológicos simplifican el lenguaje de tal manera que a veces es difícil de entender. “No importa, también en el siglo XVIII hay manuscritos con términos reducidos. Lo importante es que tengan interés en escribir. Vivimos momentos muy distintos y todo es accidental. Quiero ser positivo y si los jóvenes usan las palabras, aunque sea con símbolos, es una manera de abrir la puerta de la lectura. Los medios tecnológicos que tienen a su alcance los adolescentes son muy fuertes y es difícil que se acerquen a un libro, pero hay que intentar que piquen y tratar de explicarles que el leer produce placer. No debemos olvidar que no hace tanto tiempo, en el siglo XX una mayoría del país era analfabeta”. José Antonio Pascual (Salamanca, 1942) recuerda que 'La Regenta', de Leopoldo Alas Clarín, la leyó en una edición pirata y 'Aurora Roja', de Pío Baroja, tuvo que pedir permiso al obispo.
Entusiasta de la novela negra ha descubierto en este tipo de literatura historias que cuentan lo que ocurre en este momento en muchos países. ¿Papel o libro electrónico? “Lo combino. Tengo que reconocer que llevar a Pérez Galdós en una tableta que no ocupa nada es una gozada. Lo cierto es que me estoy desprendiendo de muchos libros de mi biblioteca porque al final te invaden, pero el encanto del papel es especial”.